miércoles, 25 de septiembre de 2019

Pensamiento analítico versus pensamiento sistémico

Para comprender la Teoría de Sistemas, que aplicaremos en el estudio de las Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente, es necesario tener muy clara la diferencia entre dos formas complementarias que la mente humana usa para acceder al conocimiento y a la descripción de la realidad: el pensamiento analítico y el pensamiento sintético. Visualiza este vídeo ( está en inglés, pero no es difícil y además visualmente es muy didáctico) y a continuación contesta a las cuestiones que se te plantean







1-Explica con tus palabras cuáles son las características básicas del pensamiento analítico y pon dos ejemplos de disciplinas, asignaturas o ciencias en las que se use, justificando  el por qué.

2-Explica con tus palabras cuáles son las características básicas del pensamiento sintético y pon dos ejemplos de situaciones en las que sea correcto usar este tipo de aproximación a la realidad.


3-De los siguientes ejemplos di cuales se aproximan a cada tipo de pensamiento: análisis sintáctico de una frase, estudio de las conexiones neuronales, interconexiones en el mapa del metro de una gran ciudad, anatomía del sistema respiratorio, fisiología del sistema respiratorio, clasificación de rocas, estudio de los efectos de la contaminación en un ecosistema, estudio de la composición de una población humana a lo largo de los años, observación de las partes de un insecto, hacer un esquema de un tema, hacer una redacción a partir de una vivencia.


4-¿Qué  tipo de pensamiento usa la Teoría de Sistemas? Justifícalo.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Dos textos para abrir el apetito

Aquí tenéis dos textos situados en el límite entre la ciencia y la literatura ( no están sacados de libros de divulgación científica, son obras literarias), que tratan del asombro ante la naturaleza y sus procesos con una mirada diferente, nueva, original y nada antropocéntrica.  También hacen una reflexión sobre la escala del tiempo geológico en un registro literario.

Espero que os sirva de estímulo para iniciar esta asignatura con las mismas expectativas con las que iríais a un banquete. Al final de la lectura de los dos textos podéis comentar vuestras impresiones sobre lo que os haya impactado más de ambos fragmentos.



El primero es un fragmento del libro "La luz que no puedes ver",  una novela ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Uno de los protagonistas es un adolescente que vive en un orfanato y que es muy habilidoso montando y reparando radios, un invento muy importante en aquella época.






“Una noche Werner y Jutta sintonizan una emisión estridente en la que un joven habla sobre la luz en un francés suave y con acento.
“Niños, el cerebro está envuelto por una oscuridad total-dice la voz-Flota en un líquido transparente en el interior del cráneo y jamás recibe luz. Pero a pesar de eso, el mundo que construye en nuestra mente está lleno de luz, rebosante de colores y de movimiento. ¿Cómo puede ser que el cerebro, que jamás conoce una chispa de luz, construya en nuestro interior un mundo lleno de luces?”

(…) El francés habla ahora de ilusiones ópticas y electromagnetismo. Luego hace una pausa, se oye el repiqueteo de la estática como si se estuviera dando la vuelta a un disco y a continuación se pone a hablar con entusiasmo sobre el carbón. 

“Pensad en cualquiera de las brasas que veis en el interior de la estufa de vuestras casas. ¿os lo imagináis? En algún momento ese trozo de carbón fue una planta verde, un helecho o un junco vivo hace un millón de años, dos millones de años o cien millones de años. ¿Os imagináis lo que son cien millones de años?  A lo largo de la vida de esa planta, sus hojas absorbieron durante los veranos toda la luz que pudieron y transformaron la energía del sol en energía natural para generar su tronco, sus ramas y tallos. Y es que las plantas se alimentan de la luz igual que nosotros nos alimentamos de la comida. Luego esa planta murió y probablemente cayó en el agua, se transformó en musgo de esfagno y  el esfagno se hundió en la tierra durante años, durante eras frente a las que un mes , un año o toda vuestra vida no es más que un soplido, un chasquido de dedos. Finalmente el esfagno se petrificó y se convirtió en una piedra que alguien extrajo, y que más tarde el carbonero acercó hasta vuestra casa. Tal vez alguno de vosotros la puso en la estufa. Aquel antiguo rayo de sol  –aquella luz de hace cien millones de años–es la que calienta ahora vuestro hogar.”

El tiempo pasa más lento. El desván desaparece. Jutta desaparece. ¿Ha hablado alguien alguna vez de una manera tan íntima sobre las cosas que más le interesan a Werner?
“ Abrid los ojos –concluye el  hombre- y observad todo lo que podáis antes de cerrarlos para siempre.”

                                                        Fragmento de “ La luz que no puedes ver”  Anthony Doerr




El segundo texto es un fragmento de “Una temporada en Tinker Creek”, de Annie Dillard, un libro que relata las impresiones y exploraciones sobre la naturaleza  que hace la autora durante su estancia en una zona salvaje del estado de Virginia mientras se recupera de una neumonía muy grave.

El siguiente fragmento aparece, en el libro, a continuación de que la escritora cuente una visión que tuvo en la que hizo una especie de viaje a través del tiempo geológico.






“Es una pena que no podamos observar algo así en una pantalla. John Dee, el geógrafo y matemático isabelino, tuvo una gran idea, que es justo lo que necesitaríamos. Lanzas un espejo al espacio de forma que viaje más rápido que la luz (eso es lo complicado). Luego, miras el espejo y observas la historia previa de la Tierra, que aparece como una película en una pantalla de cine. La gente que graba películas interminables de fotografías secuenciales de rosas y tulipanes  abriéndose se equivoca de idea. Debería apuntar con sus cámaras hacia los bloques de hielo que se derriten, hacia el fondo verde de las charcas, hacia la ola de la marea del río Severn. Debería grabar los glaciares de Groenlandia, algunos de los cuales se escinden tan rápido y crujen de tal modo que los perros les ladran. Deberían grabar la invasión del bosque de abetos septentrional por la tundra canadiense meridional, cosa que está sucediendo ahora mismo a razón de un kilómetro  y medio cada diez años. Cuando la última lámina de hielo retrocedió del continente americano, la tierra se levantó cuatro metros¿ Acaso no hubiera merecido la pena ver algo así?
La gente dice que un buen asiento en el jardín trasero de la casa proporciona unas vistas tan privilegiadas como las de cualquier torre de observación de Alfa Centauri. Se equivocan. Miramos a través de un cristal que distorsiona. Nos encontramos en medio de una película o de una escena concreta, y no sabemos qué sucede en el resto de la historia.
Pongamos que pudieras mirar el espejo de John Dee que cruza el espacio a toda velocidad; pongamos el globo terráqueo en relieve estuviera en movimiento como un trompo gigante, y que pudieras insuflar vida a su superficie; pongamos que pudieras ver una película de nuestro planeta con tomas secuenciales en cámara rápida: ¿qué verías? Imágenes transparentes moviéndose a través de la luz, una infinita tormenta de belleza.
En sus inicios aparece envuelta en neblina, iluminada con ráfagas de luz aleatorias y deslumbrantes. La lava emana y se enfría; los mares hierven y se desbordan. Las nubes toman forma y se desplazan: ahora puedes ver la superficie del planeta a través de retazos de claridad. La tierra se estremece y se fragmenta como un bloque de hielo dividido por una brecha que se ensancha. Las montañas emergen, se elevan, se pulen y se suavizan ante tus ojos vistiéndose de bosques como si fueran de fieltro. El hielo se repliega y hace que las tierras verdes se sumerjan bajo el agua para siempre; luego el hielo regresa. Los bosques brotan y desaparecen como anillos de hadas. El hielo vuelve a replegarse, las montañas se transforman en lagos y la tierra húmeda se eleva sobre el mar como una ballena que emerge; el hielo regresa.
Las cumbres más altas se cubren de manchas verdeazuladas, desde el sur se extiende un verde amarillento como una ola sobre una playa. Un tinte rojo parece filtrarse desde el norte, por las cordilleras y entre los valles, hacia el sur; tras el rojo viene el blanco, y luego el amarillo verdoso que inunda el norte, luego se extiende de nuevo el rojo, luego el blanco, así una y otra vez, formando patrones de color demasiado rápidos y complejos para poder seguirlos. La película se ralentiza. Ves tormentas de polvo, langostas e inundaciones en una vertiginosa sucesión de imágenes instantáneas.
Céntrate ahora en una orilla y mira el humo de las hogueras a la deriva. Se levantan ciudades de piedra, se propagan y se desmoronan como manchas de flores alpinas que se abren un centímetro por encima del permafrost, esa tierra congelada en la que ninguna raíz puede absorber nada, unas flores alpinas que se marchitan al cabo de una hora. Aparecen nuevas ciudades, y los ríos vierten sedimento sobre sus azoteas; emergen más ciudades y se extienden con forma de lóbulos, como líquenes en las piedras. Los grandes seres humanos de la historia, esos tejidos intrincados y enérgicos que rondaron por la superficie de la tierra, son un borrón vacilante cuya fracción de segundo de exposición a la luz fue tan breve que no es posible obtener imagen alguna de ellos, salvo unas figuras fantasmales encorvadas y sin sombra. Las grandes manadas de caribús se derraman por los valles como escoria, después retroceden, gota a gota, y vuelven a derramarse, como un fluido pardo.

Ralentízalo más, acércate un poco. Aparece un punto, un copo de carne. Se hincha como un globo; se mueve, gira, se detiene y desaparece. Ésa es tu vida. “

                                                       Fragmento de “Una temporada en Tinker Creek”,  Annie Dillard



A continuación, en Comentarios, escribe un pequeño texto en el que expreses alguna idea o sentimiento que te hayan sugerido estos fragmentos.